lunes, 21 de septiembre de 2009


La nocheOscuro espanto de un alma tremedal cae casi fugaz el sabor fugitivo de su oscuridad. Se añoran los anhelos en los rincones opacos reflejándose de humo sus más añorados encantos. Y me condena a la ira de ruidos a cadenas como un hechizo sabio de la verdad serena. Se dispersa casi instantáneamente la tenacidad de ser yo otra vez, el besado de sus besos. Que anda un loco inmortal vagando por el infinito con un recuerdo dolorido de sus sépalos huidos. Me atrapa la sed de su ausencia que congela las manos al frotarse sin otras. Triste es el camino soltado de su piel, aburridas son las huellas de andar a galope sin tregua. Y renace el crepúsculo de la soledad erguida como pidiendo descanso ¡que la noche sea en compañía! Condenándome a la ira de su voz que ya no me habla, matando un corazón que aúlla por la amada.

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